
Si ya para los adultos una mudanza es, en mayor o menor grado, un acontecimiento traumático, en el sentido de que supone un cambio brusco en la vida cotidiana, este efecto se multiplica en el caso de niños y adolescentes, reacios por naturaleza a la inestabilidad y falta de seguridad. Por eso, cuando nos encontramos ante una realidad en la que hay que conjugar a los niños y las mudanzas, es imprescindible que tomemos algunas precauciones para que al final se convierta en una experiencia enriquecedora para todos.
La clave para afrontar una mudanza con niños es, además de una dosis extra de paciencia y comprensión, hacerles partícipes de todo el proceso. Esto quiere decir no solo que les contemos qué va a ir pasando, para que se puedan preparar e ir acostumbrando, sino que es necesario que también les escuchemos y, en los casos que sea posible, que tengamos en cuenta alguna de sus propuestas.
Es muy importante que reduzcamos al mínimo la ansiedad que suele ir ligada a esas situaciones de niños y mudanzas. Nuestra actitud va a mercar una pauta en su comportamiento, así que es esencial que nos mostremos seguro y optimistas, porque eso reforzará su propia sensación. Por supuesto, los adultos no debemos mostrar ninguna discrepancia delante de los niños, ni qué decir de discusiones o riñas en su presencia.
No es una mala idea que visitemos, si es posible, el nuevo destino, sobre todo aquellos lugares en los que los niños van a desenvolverse después de la mudanza, o aquellos que más pueden interesarles.